Escrito por PBG
Lo que yo pensaba que iba a ser un día más en la academia de Yoga donde trabajaba como secretaria se me fue de las manos. Esa noche estaba sola en mi despacho cuando se acercó Alberto, un alumno de Ingeniería de Caminos al que yo había echado ya el ojo pero no me atrevía a decirle nada por la diferencia de edad, era 15 años menor. Yo ya había fantaseado mil veces con él y al tenerle tan cerca me ruboricé y noté como mis pezones dibujaban mi camisa blanca. Se sentó en la silla frente a mi mesa y empezamos a hablar, su mirada me estaba provocando, yo me mordía inconscientemente los labios…, no sabía dónde meterme. De repente, se levantó, se acercó y me dijo: “Levántate”. Mirándome fijamente, se pegó a mí y me hundió su lengua, jugueteamos con nuestras bocas. Me tiró de mi coleta para atrás, me mordió el cuello, mientras le acariciaba el paquete. Me arremangó la falda y yo le bajé los pantalones, estaba ansiosa por ver esa polla que tanto había deseado. Me arrodillé, él me dijo: Te tenía ganas desde que te vi y ahora vas a comérmela. Se sacó la polla, estaba gigante, y empecé dulcemente a lamerle, le besaba la puntita, le acariciaba los huevos y me la metí de golpe, mamándosela y metiéndome un dedo en mi coño que estaba chorreando.
Me levanté, le cogí de la polla y lo llevé hasta el despacho del director. Tenía que cumplir una de mis fantasías. Apartamos violentamente lo que había encima de la mesa, me aupó, me puso al borde y él se arrodilló. Me dijo: “Déjame ver ese chochito, zorra”. Me subí la falda hasta las caderas, él me quitó la camisa y quedaron al aire mis dos hermosas tetas blancas, se abalanzó, me lamió como un poseso los pezones y por fin, puso su boca a la altura de mi coño y empezó a chuparme los muslos, mientras yo me tensaba y gemía porque quería sentir su lengua hundirse en mí. Me hacía esperar y yo me retorcía los pezones, haciéndome daño porque lo deseaba con furia.” ¿Qué quieres, guarrilla?” me preguntó. “Quiero que me comas el coño y luego me folles”. Yo de vez en cuando miraba por la ventana del despacho por si pasaba alguien por la calle, eso me ponía muy cachonda. Me empezó a mordisquear los labios de mi coño y metió uno, dos, tres dedos en mi coño, se deslizaban ricamente de lo mojada que estaba. Entonces me levantó, me puso de pie contra la ventana, y me la metió, comenzó a reventarme, me jalaba del cuello, me lo mordía… Yo notaba su polla gorda y enorme que me llenaba. Bailábamos jodiéndonos al ritmo de nuestros gemidos. Me daba manotazos en mis cachetes y me susurró al oído: “Quiero ese culo tuyo, te voy a dar lo que te mereces” Eso hizo que me asustara y me pusiese cachonda a la vez. Nunca lo había probado por ahí.
Me escapé de sus brazos que me rodeaban la cintura, y señalando la silla del director le dije: “Alberto, siéntate”. Me arrodillé, me volví a hundir su polla en la garganta mientras le miraba pícaramente… Cómo lo deseaba. Luego me puse encima de ella primero la puntita y de golpe bajé hasta sentir los huevos. Me estaba follando a mi alumno favorito en la silla del director. Estaba disfrutando como jamás. Nos devorábamos como animales, gemíamos más y más, le hundía mis uñas en la espalda, él me levantaba el culo y aprovechaba para meterme un dedo por el ano, nuestros muslos estaban empantanados. De refilón, miré por la ventana y vi a dos jóvenes cerca que se estaban recreando con la escena, les dediqué una media sonrisa y volví a comerme la boca de mi alumno y seguir jodiendo como bestias.
Alberto me agarró por los muslos, se levantó conmigo encima y me llevó hasta otro aula. Cogimos una esterilla, me puso a 4 patas y jugó con su polla por mi coño, untándosela con todo el líquido, y sin mediar palabra me clavó su polla por el culo. Me había entrado de golpe, no me lo creía. Me estaba reventando viva, al principio noté un poco de molestia pero luego una ola de calor subía y subía y sentía escalofríos por todo el cuerpo y su polla parecía que iba a explotar. Yo le gritaba que me diese más, que me hiciese lo que quisiese, que quería su polla en todos mis agujeros. Mientras me daba por culo, con la mano me acariciaba el clítoris, así fue dándome hasta que noté cómo subía electrizante mi orgasmo, me palpitaba todo el cuerpo… Alberto me dio las últimas embestidas hasta que aullando de placer se corrió dentro de mi culo y caímos abrazados sobre la esterilla.