Un secreto de familia

Lola Paris

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4.7
(24)

Era una noche tórrida del mes de agosto. Dormía con mi novio con la ventana abierta, no entraba ni pizca de aire. Me desvelé en mitad de la noche, había tenido un sueño húmedo con Lucca, el hermano pequeño de mi novio que justo ese día dormía en la habitación de al lado. Todo mi cuerpo estaba perlado de sudor y mi coñito rezumaba su jugo. Hacía algún tiempo que me imaginaba follando con él lo que me avergonzaba y a la vez me excitaba mucho. Alguna vez le había pillado mirándome el escote o el culo…

 Me levanté sigilosamente de la cama y mi deseo me condujo al otro cuarto. Me quedé parada un momento frente a la puerta. Entré, cerré la puerta y vi a Lucca tumbado desnudo bocarriba. Mi mirada fue directa a su polla, menudo rabo tenía, qué bien lo pasaría con los dos hermanos a la vez… Yo solo llevaba un tanga de encaje rosa. Me apoyé en la cama, comencé a acariciarle las piernas, él seguía durmiendo plácidamente. Recorri con la yema de mis dedos sus muslos, rodée su ombligo y subí hasta sus pezones jugando con ellos. Se estremeció. Entonces, me puse sobre él y empecé a darle besos alrededor de su polla, mi lengua recorrió su tronco y ahí entreabrió los ojos, me miró sorprendido, le tapé la boca cuando quiso decirme algo. Le puse un dedo en los labios ordenando silencio y comenzó a chuparme el dedo. Su polla ya estaba dura como el acero. Mis manos descendieron para jugar con ella, me metí lo que pude en la boca, recorría su glande con mi lengua golosa, le sobaba dulcemente los huevos. Le escuchaba gemir entrecortadamente, lo que hacía que me pusiese más cachonda. Era mejor que en mis fantasías, estaba mojadísima, me daba un morbazo espectacular. Lucca se dejaba hacer, si intentaba levantar los brazos para tocarme, se lo impedía. Su corazón latía a mil por hora y mi cuerpo solo ansiaba tenerle dentro de mí.

Me quité el tanga y me senté a horcajadas sobre su gran polla, joder, parecía como si me fuese a reventar entera. Entrelacé mis manos con las suyas contra la cama para que no pudiese moverse. Me estaba follando al hermano de mi novio, no me lo podía creer. Mis tetas bailaban, el sudor se nos pegaba, nos mordíamos los labios para no gemir ni chillar. Entonces él se soltó, me agarró el culo, me arañaba, yo seguía cabalgándolo, lo miraba fijamente, le chupaba los labios. Su polla me martilleaba.

Bruscamente, me cogio de la cintura, me dio la vuelta y me tumbó sobre la cama, me abrió de piernas y empezó a comerme el coño, me sorbía, me daba mordisquitos, me penetraba con su lengua. Yo me revolvía y mordía la almohada para no delatarnos. Ardía en deseos de que me follase y tras unos momentos de suplicio, se puso encima de mí, me metió la puntita y comenzó a follarme como un salvaje. Todo era bestial, nuestras miradas, nuestros cuerpos sudando, el olor a sexo, el placer de lo prohibido…

Nos levantamos, me puso contra la pared y me embistió agarrándome del cuello, mordiéndolo, sobándome las tetas. De repente, se sacó la polla, con las manos me hizo arrodillar y me la metió casi entera en la boca, yo me ahogaba, y se corrió dentro. Me tragué su semen y parte de ella me resbalaba por la cara, le miraba con cara de perra en celo y cuando ya lo hube limpiado, me senté sobre su cama y guiándolo le metí sus dedos en mi coño, quería que me pajease, estaba al borde del orgasmo, me lo frotaba, me lo comía hasta que ya no  pude más y agarrándolo del pelo lo aprisioné para que bebiera mi néctar mientras sentía mi coño que palpitaba aprisionando sus dedos.

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