Jugando al mismo juego

Lola Paris

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Escrito por Lucrecia

Su coño en mi boca era una bendición. Hacía tiempo que llevaba esperando sentirlo así, descansando sobre mi boca abierta dispuesta a morder todo lo que ella me ponía delante, moviéndose con fuerza,dirigiendo mi lengua con su sabroso clítoris que con cada lamida, – por sutil que fuese- , se hacía más y más grande y sus labios se hinchaban como si estuvieran besando los míos en lo que yo esperaba que acabase en una corrida interminable. Pero yo no quería que se acabase, quería comerle el coño toda la

noche, toda la mañana: exprimir una naranja fresca en él para luego chuparlo, cambiar de posición cada tres segundos si eso era lo que ella quería, meterle los dedos envueltos en aceite,- no -, echar una jarra de aceite encima mío, encima de su maravilla para que pudiera restregarla sobre cualquier parte de mi cuerpo y masturbarse con ella.

Esto eran sólo imaginaciones en un principio. Yo soñaba con hacerle todo esto, sí, y mucho más. Me masturbaba cada día pensando en ella, me venía una imagen de sus ojos, de esos pechos que quería tocar y comer, acariciar, excitar y yo ya empezaba a gemir casi sin haberme tocado. No tenía ni que humedecer mis dedos antes de metérmelos con fuerza y empezar a hurgarme dentro para sentir como mi coño empezaba a palpitar y me corría sin ni siquiera haber tocado mi clítoris. Pam! en un segundo estaba resuelta, y caía rendida entre las sábanas.

Cuando me acostaba con mi chico sólo me corría cuando ella me venía a la cabeza e imaginaba sus gritos y jadeos, los múltiples orgasmos a los que podríamos llegar juntas algún día, coño con coño, piel con piel. Entonces mi chico empezaba a follarme con más fuerza o a chuparme los pezones, y yo le pedía de todo, y él viendo cómo me excitaba tanto, se corría con más fuerza aún; eso me encantaba. Pero yo a él no le dije nada de estos “engaños mentales”. Me excitaba pensar en ella, fin.

Y un día así, sucedió. Llevábamos tiempo mirándonos en los descansos, comiéndonos lo ojos mientras cada una sorbía su café, lentamente. Ella en compañía de su chico, y yo, del mío. Esas miradas, sus piernas por debajo de la mesa, sus labios besando los de su chico mientras yo ponía las manos del mío en mi pierna, me ponían tanto que varias veces me tuve que ir al baño para masturbarme en silencio. Y así, otro día sorbiendo el café, noté como no me quitaba las ojos y debajo de la mesa vi como sus dedos se metían debajo del pantalón lentamente, y se movían, sin nadie darse cuenta: lo estaba haciendo para mí. Me acerqué a ella sin pensarlo un momento, sin querer inventar una excusa y le pedí el teléfono. Ella me lo dio y ni nos dijimos adiós. Punto. 

Esa misma noche yo la estaba esperando en mi piso, con una botella de vino. Había limpiado y ordenado todos mis dildos, mis juguetes que tanto me gustaban pensando en qué le iba a hacer cuando estuviésemos las dos desnudas. Pero esta vez no me masturbé: quería guardarlo todo para ella. Abrió la puerta y apareció con los ojos felinos y esa sonrisa…esa sonrisa, sin decir palabra. Yo seguí su juego de estar en silencio y le puse la copa de vino en la mano, que bebimos en un segundo. Las dos jugábamos al mismo juego. Me encendí un cigarro y ella sirvió otra copa. Abrió su bolso y sacó un plug anal ofreciéndomelo para que escupiera en él mientras ella se levantaba la falda. Escupí sin quitarle los ojos y ella se lo metió, sin inmutarse.

Se acercó a mí y empezó a recorrer mi cuello, mordiendo fuertemente cada parte mientras sus manos me pellizcaban los pezones con dureza. Me estaba volviendo loca, la agarré de las caderas y la tiré sobre la alfombra, quitándole la falda. Ella arrancó mi camiseta y empezó a comerme las tetas y los pezones, mientras restregaba su coño sobre mi rodilla y yo la aplastaba más y más para que me comiera la teta entera y con la otra mano tocaba su culo, tan exquisito. Entonces empezó a jugar con mi coño como nunca antes lo habían hecho: acarició lentamente los bordes con sus dedos, abriéndolo bien, y chupándose dos dedos los introdujo como un animal, moviéndolos hacia todos los lados posibles y bajando con su lengua hasta mi clítoris que devoró en un segundo. Sentía que quería comérmela, tocarla todo el cuerpo, y la tumbé boca arriba con las piernas en alto lamiendo desde

su culo hasta llegar a sus labios, una y otra vez, arrancando con mi boca su plug anal y metiéndole el dildo más grande que tenía a mano. Lo chupé y se lo metí con fuerza mientras devoraba su jugoso coño. Es verdad, su coño en mi boca era una bendición. Empezó a jadear y a manejar mi mano para que le metiese el dildo más y más fuerte, y le metí un dedo por el coño. Me agarró la cabeza, y me la puso en su coño. Estaba restregándome contra su clítoris locamente, cachonda perdida. Empecé a sentir sus espasmos y a notar como mi boca se llenaba de su jugo, se humedecía cada vez más,

hasta que me quitó la cara de su coño y me hizo una señal para que le follase con otro dildo. Ahora los dos estaban dentro suyo y yo los movía como si la estuviera follando con fuerza por sus dos agujeros a la vez, chupando sus pezones con mi lengua saltando de uno a otro. Los dildos se movían dentro suyo, rápido hasta que paró, sucumbiendo en un espasmo infinito. Pensé que ya estaba, que eso era lo que yo quería, que la dejaría descansar, pero cuando me levanté para coger mi copa de vino se levantó rápido,

desnuda, con los ojos dislocados y me echó la copa encima mientras chupaba el vino de mi cuerpo. Agarró mis bragas – medio rotas-, con su boca y bajó hasta mis pies, para quitármelas. Lo único que me dijo esa noche fue: ponte a cuatro patas, así que la obedecí, colocándome en el sofá como ella me pedía, atendiendo a sus órdenes. Se puso de cuatro patas sobre mí, comiéndome la oreja y su coño húmedo tocaba mi culo, podía sentir como se restregaba, como me agarraba con una mano una teta y con la otra el cuello hasta que me dio una palmada en el culo que me puso muy cachonda. Le dije lo único que hablé

con ella esa noche: parece que las dos jugamos al mismo juego. Empezaba a notar como mi clítoris ardía cuando se puso debajo de mí y empezó a lamerlo por todas partes: me comía el coño como una bestia. Mordía cada parte fuertemente, me agarraba el culo con una fuerza… a cuatro patas yo la miraba, miraba como me comía entera, como me agarraba, y empezó a tocarse. Daba un sorbo de vino, lo escupía en mi

coño y se lo comía. Yo sentía que no podía más, que iba a estallar cuando metió la punta de su dedo dentro mía, y me corrí salvajemente. Me corrí en su boca y ella parecía disfrutarlo mientras se tocaba con más fuerza, con toda la mano. Yo no quería quitar mi coño de su boca, me di la vuelta poniendo mi cara en el suyo y nos devoramos así mientras agarraba y movía su culo contra mi boca. Volvimos a corrernos, las dos, boca con coño y coño con boca, y ninguna parecía querer quitar la cara, ni querer parar: éramos como máquinas, enganchadas la una a la otra. Me levanté y le puse un pañuelo en los ojos, y yo me puse otro. La acaricié, la di una palmada en el culo y la dejé sola un tiempo. Nos encontramos en la ducha después de una larga búsqueda a tientas. Abrí la ducha y lentamente le chupé sus labios hasta bajar a su coño, empujándola dentro de la ducha y poniéndole la alcachofa de agua fría sobre sus pezones. Soltó un pequeño gemido, hasta que le coloqué la alcachofa fría en sus ingles, chupándole los bordes del coño y echando jabón sobre él. Cambié la temperatura a un agua caliente, poco a poco, y me eché jabón sobre mi cuerpo, sin parar de besarnos. 

Ella recorría mis brazos. Empezamos a restregar los cuerpos lubricados, con los pezones erizados, restregando nuestros coños enganchados, la una a la otra, sin dejar de mordernos la boca y pasar las lenguas por los labios, sujetándonos y tirando del pelo fuertemente.

No podía dejar de tocarle las tetas: eran mi adicción. La empujé y llevándola contra la pared húmeda, enganché sus piernas sobre las mías para notar mejor su pelvis, más cerca, enredando sus piernas sobre mi cadera y mi pelvis. El agua seguía corriendo por nuestros cuerpos. Quería sentir que la penetraba con mi coño, que ella me penetraba y cuando me metió un dedo en el culo – profundamente-, mientras mi clítoris chocaba contra el suyo, Gemí y gemí hasta que me corrí sobre su coño, queriendo más, mucho más y metiendo su dedo en mi culo aún cuando me había corrido. Se quitó la venda mojada y me quitó la

mía, dándose la vuelta mientras se metía su puño entero en la boca y me miraba con esa mirada felina.

Coloqué mis dedos dentro de su coño mientras la otra mano tocaba su clítoris, acarariciándolo y dándole palmadas, culo con coño y coño con culo. Después de un largo rato así, un rato que deseaba que no se acabase, metió sus dedos junto a los míos en su coño mientras hurgábamos las dos juntas dentro y… se corrió en mi mano, en las dos manos, chocando su culo contra mi coño con fuerza, chorreando junto al agua de la ducha. Dejamos correr el agua sobre nuestros cuerpos, jadeando después de tanta corrida

conjunta, de tanto orgasmo supremo y salimos del baño, desnudas. Nos bebimos el vino en silencio.

Limpias, mojadas, abiertas de piernas cada una en un sofá sin quitarnos los ojos, pero las dos pensábamos lo mismo: esto es irrepetible y quizás deberíamos probar los cuatro juntos, no? con su chico y el mío la próxima vez.

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