Un sumiso, un azotador y mucho placer

Lola Paris

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Ya hacía dos semanas de mi último encuentro con Mario, ya se habían borrado las marcas de mis muñecas, de mis tobillos, de mi culo, pero en mi cabeza había una pequeña huella, nunca un tío me había pedido firmar un consentimiento y nunca me habían follado atada de esa manera y lo peor es que me gustó muchísimo tanto como para anotarlo en mi libreta de deseos inconfesables. 

Mario se preocupó en todo momento de que estuviera bien y estuvo pendiente de que mis labios pudieran parar su fantasía con la palabra de seguridad. Al día siguiente también me llamó para asegurarse que estaba bien, es curioso que te puedan cautivar con azotes y atenciones a la vez. 

Después me escribió un par de veces para repetir, pero le puse escusas, quería estar segura si me apetecía aquello de nuevo. 

Tras estas dos semanas decidí que si, que me apetecía, pero con algunos cambios. Le propuse quedar en un café, cerca del centro y le dije que viniera preparando para todo.

Me vestí de primavera, cómoda, con un vestido corto, de tela muy fina, blanco con estampados, ajustadito a mi cintura, con escote y con vuelo. 

Cuando llegó, me busco con mirada ansiosa en la cafetería, se sentó frente a mí y tras unos minutos de conversación y varias miradas a mi escote, lleve mi pie a su entrepierna, sus ojos se abrieron de par en par, miró alrededor con gesto de vergüenza a que nos vieran y yo sonreí y le guiñé un ojo. Tras un minuto de masaje, su cara y su entrepierna daban signos de querer ir a un sitio más privado. En ese momento, tomé mi bolso, saque un folio que llevaba plegado y un boli. 

Era una hoja de consentimiento para que está vez fuera yo la que hiciera lo que quisiera. 

Se sorprendió al leerlo, pero estaba muy caliente para negarse, firmó, terminamos las bebida y le llevé a mi casa. 

Lo había dejado todo preparado, en la entrada le vendé los ojos, le ordené que se desnudara y después le anudé las manos detrás de la nuca dándole una vuelta suave al cuello para asegurarme que no las cambiaba de sitio. Lo guié hasta el dormitorio tirando de su polla y lo tumbé en la cama cuidadosamente. Me coloque a horcajadas sobre él y le besé en la boca, he de reconocer que este tío me gustaba mucho, incluso antes de que me metiera en su mazmorra. Sentí q su cuerpo ya estaba en el punto óptimo y le até los tobillos a las patas de la cama. 

Una de las cosas que no me había gustado en la ocasión anterior es que su erección había durado solo 20 minutos, para mí plan yo necesitaba mucho más, así que eché una pastilla de Viper 4 en su boca y le tapé la nariz. Cuando su nuez hizo el gesto de tragar le di una bofetada en la cara, sonora, era el principio de mi venganza, era el momento de disfrutar como una perra, tenía una hora de erección y no me iba a sobrar ni un minuto. 

Me quité el vestido quedando desnuda, tomé el azotador  que me había comprado junto con el set de ataduras y di un golpe fuerte cerca de su cabeza, su cara expresaba desconcierto, su erección se mantenía y sus manos  de vez en cuando trataban de soltarse sin éxito. Fui dando la vuelta a la cama y di otro golpe fuerte al colchón a escasos centímetros de su maravilloso miembro erecto, seguí así unos pocos golpes más, alternándolos con caricias, después, agarre su pene , con la mano entera, y tiré hacia arriba de el, como si quisiera arrancárselo pero suave, en el fondo deseaba quedarme ese hacedor de orgasmos, lo hubiera guardado en mi cajón si hubiera podido,  después del pequeño tirón paseé mi lengua por su glande, posé mis labios y despacio, fui besando todo el tronco, era una pequeña ofrenda a aquella pieza de puzle que faltaba en mi orgasmo. 

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Dejé que de llenará mi boca con su carne, mientras una mano acariciaba sus huevos y la otra su pecho, perdí la noción del tiempo en aquella tarea tan sabrosa y mientras mi lengua se deleitaba con el sabor de su cuerpo, escuché un gemido, ya me había olvidado de él, por un momento había sentido q estaba a solas con su polla pero aquel gemido rompió la magia del momento, me vi obligada a retirar mi boca para darle una nueva bofetada. Pero al mirar su cara, ver su boca, un nuevo deseo brotó de mi, ya hacía rato que estaba cachonda, solo verle allí, desnudo, atado, indefenso y erecto ya me excitaba, saborear su miembro me dispara hasta las nubes pero aquella boca, no imaginas cuantas veces me había imaginado yo esa boca devorando mi coño, a si que coloqué mis rodillas a los lados de su cabeza, suavemente fui bajando mi cuerpo hasta sentir su barba en mi recién depilado coño. Solo con esa barba ya podía correrme pero su gentil lengua salió a recrear el momento y mis pensamientos se fundieron en placer, placer suave, placer que iba en aumento, sentirle ahí era una delicia, contemplar su cuerpo, esclavo de mi deseo era un nuevo vicio que desde ese momento supe que no podría curar.

Dejé q su lengua y su boca devorasen mi pepita unos minutos, después fui alternando su boca y su lengua con el resto de su cara, me restregué por su cara como otras veces me había restregado por una almohada, la orografía de su cara era el mapa de mi perdición, mi cuerpo se contraía de placer en cada movimiento y mis respiraciones se convirtieron en gemidos, un primer orgasmo atravesó mi cuerpo, paralizó mis movimientos, presa del escalofrío, apoyé mis manos en los nados de su torso, y a medida que mi cuerpo volvía a responder me fui irguiendo mientras mis uñas surcaban su piel dejando finas líneas rojas.

 Joder, que maravilla de boca, deberían vender bocas como esa. 

Mi pepita palpitaba pero me faltaba algo, me faltaba domar a aquel pura sangre, me subí sobre aquel objeto de deseo, sentí que nuestra lubricación era acorde a nuestro placer y comencé a cabalgar

Su polla era grande, tanto que sentía como llegaba hasta el último rincón de mi cuerpo, empecé por moverme adelante y atrás, después fui subiendo y bajando, mis uñas siguieron surcando su piel y de vez en cuando, por pura excitación le daba alguna bofetada en la cara. 

Vi en su cara que iba a correrse y me aparté de él

No, dijo, fóllame, no pares. Pero sus palabras se hundieron en una nueva bofetada. 

-Hoy solo voy a disfrutar yo. 

Le dije al oído antes de volver a subirme y ensartar su enorme polla en mi cuerpo.

Volví a cabalgar de todas las formas que se me ocurrieron, sucedieron los orgasmos y sentí como brotaba su leche ahogada en un orgasmo silencioso y discreto. Esto me excitó aún más, y mi enésimo orgasmo explotó sobre él como si hubiera roto aguas. 

Aquello me estaba encantando pero, solo llevaba media hora y me apetecía un pequeño descanso. 

Una nueva idea brotó de mi maquiavélica mente y me desacople de él para ir a mi bolso, y encenderme un cigarrillo, me senté en el sillón que había a los pies de la cama, a fumar tranquila, hipnotizada por su polla erecta y fui maquinando que hacer con el tiempo que me quedaba. 

Recordé que en mi mesita de noche, tenía un anillo vibrador, a si que se lo puse, volví a acoplarme sobre aquella maquina de placer y hundí su cuerpo en lo más profundo del mío hasta llegar con mi punto dulce a cuerpo del anillo, sentir aquella vibración era razón para correrse pero sentirlo estando montada sobre aquel hombre sumiso era una experiencia completa.

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Seguí fumando mientras mi cuerpo se acercaba y alejaba del anillo, tumbé mi cuerpo sobre el suyo y mordisqueé su cuello sin dejar de mover mi cintura. Un nuevo orgasmo llegó a mi, volviendo a bloquear mi cuerpo, llenándome de placer y sin saber xq mis manos se fueron a su cuello y empecé a estrangularle, apretar aquel cuello hacia que el placer se multiplicarse, ver su cara enrojecer mientras su cintura se esforzaba por seguir follándome y de nuevo brotó su leche, extasiada, con las piernas temblando, me fui a la habitación de al lado, me tumbé en la cama y mientras sentía como su leche aún salía de mi cuerpo, me quedé dormida.

 El pobre Mario no volvió a llamarme.

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