En este relato erótico BDSM os cuento una de mis últimas idas de olla. Por aquí no sobra el dinero pero si las ganitas de probar cosas nuevas y…
Hace poco, mi amiga me comentó que había visto un anuncio en el que dos negros con pollas enormes se ofrecían a cambio de 150€. De primeras pensé que eso era para viejas que ya no tienen otra forma de conseguir sexo, pero cuando mi amiga me enseñó el anuncio y vi aquellos dos bicharracos… Pensé que necesitaba sentir aquello dentro de mi cuerpo. Aún así, pagar por sexo me sigue pareciendo algo de viejas así que le propuse a mi amiga contactar con ellos, mandarles una foto de las dos juntas y ofrecerles una noche loca y una botella de ginebra. Fue fácil encontrarlos en Instagram, también fue fácil encontrar la foto que queríamos mandarles, mi amiga y yo tenemos muchas fotos de este estilo.
Sinceramente esperaba que contestaran en el momento, pero no, tardaron un par de días en hacerlo, y cuando lo hicieron, mi decepción fue total. Los muy cabrones me contestaron lo siguiente:
-Una chica 150€, dos chicas 300€, vosotras y dos botellas de ginebra, 100€.
Los muy cabrones se iban a poner las botas y encima iban a pillar 100 pavos. Lo hablé con mi amiga y me dijo que tendríamos que sacar los 100 euros de alguna manera, ¿Y si ponemos un anuncio y pedimos pasta por follarnos a algún pringao? La idea me dio algo de asco, pero decidimos que nos tendrían que contactar por Instagram, de esa manera, podríamos seleccionar al pringao, después decidimos pedir 300€, ya lo había dicho el moreno: dos chicas 300€ y así lo hicimos. Creamos una cuenta de Instagram, empezamos a seguir a los chicos que seguían a otras chicas que se ofrecían en Madrid y el mismo día empezamos a recibir mensajes.
Hubo bastantes personajes que no hubiera tocado ni con el pie pero entre viejos verdes, había algún que otro mozo que estaba más que bien. Contestamos a uno que se llamaba Dani, que aparecía haciendo deporte en las fotos y le dijimos que sería en un hotel y que las normas las poníamos nosotras. Esto último pareció excitarle.
Llegada la hora, estábamos esperándole en la habitación, con nuestros mejores conjuntos de lencería negra, nuestros tacones, gorras de policía y un cinturón donde llevábamos esposas, porra y consolador.
El chico llegó puntual, tocó la puerta y le pasé una nota con instrucciones por debajo de la puerta. Se sonrió al leerla y acto seguido empezó a cumplir con lo que ponía, primero me enseñó los 300€ a través de la mirilla, después se desnudó hasta quedarse en ropa interior. Cuando estaba en ropa interior en el pasillo le dije que se pusiera de rodillas y cuando lo hizo, le abrí la puerta.
Le hice avanzar a cuatro patas hasta el centro de la habitación, le pedí que dejara el dinero a la vista y cuando lo hizo, me subí a él como quien se sube a caballito. El chico estaba totalmente desconcertado. Subida a él, le até al cuello una cinta roja y mi amiga, por detrás empezó a acariciarle el paquete. Sin soltar la cinta, me puse de pie frente a él y le obligué a besarme los pies primero y a lamer mis zapatos después.
Le paseé como un perrito por la habitación mientra mi amiga le cabalgaba y le daba azotes, cuando intentó hablar, le miré y di un tirón de la cinta, fue suficiente para que no volviese a intentar decir nada..
Cuando nos cansamos de azotarle y ridiculizarle, le vendamos los ojos, le tumbamos boca arriba en la cama, le atamos las manos al cabecero y empezamos a comerle la polla, al principio una lamida cada una, luego empezamos a metérnosla y jugar con la lengua. No era una gran polla, podía metérmela sin mayor problema en la boca, pero, dadas las circunstancias, era perfecta.
Sin dejar de comerle la polla, llevamos nuestros culos a la altura del cabecero para que nos tocara, una mirada de mi amiga me estremeció y mi boca se fue contra la suya. Empecé a besarla, a tocarla, me fuí hacia ella olvidándome del muchacho maniatado y empecé a regar de besos su cuerpo, primero la boca, después el cuello, la oreja, el pecho, la cintura. Mi mano derecha buscó la polla del muchacho, empecé a comérmela mirando fijamente a mi amiga a los ojos, sabía que el chico me veía por la parte de abajo del pañuelo, pero me daba igual, yo ya estaba cachonda como una perra y quería jugar.
Veía como mi amiga se excitaba viendo como yo me comía aquella polla mientras la mano del muchacho jugaba con su coño, viéndola disfrutar, me dió envidia así que, me puse de pie y planté el coño en la boca del muchacho que enseguida sacó la lengua y empezó a obrar maravillas.
Mi boca volvió a la boca de Eva, estaba guapísima, me la queria comer. Mientras nos besábamos mi mano acariciaba la polla del muchacho, de vez en cuando me agachaba y como en un 69 le cima mientras me comía. El chico tenía una lengua prodigiosa, mi coño estaba a punto de la primera explosión así que, estando de rodillas sobre su cara, agarré el consolador que llevaba en el cinturón y me masturbé con él mientras el muchacho me comía el coño y yo le comía la boca a Eva. Tras meter el consolador en el coño unas pocas veces, mi coño explotó sobre la cara de aquel pobre diablo. Gemí suavemente mientras no dejaba de hundir el consolador en lo más profundo.
Eva, con cara de envidia, se montó sobre la polla del mozo. Ambas estábamos frente a frente a frente, cachondísimas verla cabalgar aquella polla mediocre me provocó una sonrisa que ella entendió y acto seguido, cogió su dildo, lo lubricó en su boca, después en la mía y estando bien lubricado, se lo metió por el culo.
Su cara cambió, ahora sí estaba llena de placer, posó una de sus manos por mi pecho, la otra se metía y sacaba el dildo de su estrecho ano y cabalgó salvajemente hasta que los gemidos se apoderaron de su boca. Yo seguía jugando con el dildo y aquella lengua patrocinadora y verla correrse de aquella manera me llevó a un nuevo orgasmo, mis piernas temblaban, quería más, pero no sin antes, jugar un poco con aquel pobre maniatado.
Nos levantamos y me tumbé boca arriba en la cama, al lado de él, le levanté la venda que tapaba sus ojos. Eva, se situó encima mía y empezó a masturbarme mientras me mordía los labios y ambas le mirábamos. Le sonreiamos con nuestra mirada más cochina mientras los dedos de ella se ensañaban con mi clítoris hinchado. Los gemidos se convirtieron en una constante cuando me fijé que aquella polla erecta parecía estar a punto de explotar.
Nos levantamos para volver a dedicarle un poco de atención, le fuimos masturbando con las manos mientras ella y yo seguíamos besándonos hasta que su garganta soltó un gemido que fue seguido de un chorro de leche que manchó mi mano. Como por instinto, ambas sonreímos y empezamos a comerle la polla para sacar el resto de aquel manjar de nuestro patrocinador. Nos aseguramos de dejarlo seco y satisfecho.
Seco porque cogimos los 300€ y tras vestirnos le dejamos allí, maniatado a la cama. No dejo de sonreír cada vez que recuerdo aquella imagen.
¿Qué sucedió con los negros? Eso, lo dejamos para otro día.