Relato erótico cruel: Del deseo a la muerte en 3 estaciones

Lola Paris

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*AVISO: Este relato erótico es cruel, no es apto para todos los públicos, es cruel. Es ficción, pero aún así, si crees que puede herir tu sensibilidad, no sigas.

Ya está aquí, como cada noche volviendo en el último metro de la línea 7 aparece, no sé de dónde, un viejo octogenario con su andador, su botella de oxígeno en un carro conectada a su mascarilla y su cara lasciva de viejo verde. 

Normalmente somos los únicos ocupantes del vagón, aun así él siempre se sienta frente a mí al principio me cambiaba de asiento o me quedaba de pie pero después de todo el día trabajando de pie, la pereza me pudo, el trayecto dura 25 minutos y a estas horas, una quiere relajarse un poco a su que he pensado otro método, hoy va a ser diferente.

Al salir del trabajo me he cambiado, me he vestido con mis mejores galas o las peores según se mire.  Él se sienta frente a mí yo le sonrío, el vagón inicia su marcha, compruebo que estamos solos y después hago como si me llamase mi chico al móvil:

-Hola cariño ¿qué tal tu día? 

-Sí ya voy de camino.

-¿¡Recién salido de la ducha?! ¿me vas a esperar así? 

Me río, miro la pantalla y joder, cómo tienes la polla, espérame que yo quiero. 

La cara del viejo es un poema, su pantalón de algodón transparenta una erección nada sutil animada por su mano que frota la zona con poca discreción.

-Claro que te la voy a comer toda, estoy deseando saborearla. 

Mis piernas se abren, la minifalda muestra mi falta de apego a la ropa interior y tras humedecer un dedo en mi boca mirando al viejo, el dedo viaja hasta el punto dulce de mi cuerpo, se hunde en mí provocando un gemido, cierro los ojos para disfrutar el momento y vuelvo a dirigirme al teléfono 

-Estoy muy cachonda quiero ver como te tocas cariño.

El viejo toca el regulador en la botella de oxígeno del carrito, se desabrocha el pantalón y se saca la polla, empieza a masturbarse, nunca pensé que hubiera erecciones así a esa edad, le miro mordiéndome el labio,  abro mi escote para sacar mis pechos y acariciarmelos con el dedo lubricado en mi néctar.

El viejo, con la cara un poco colorada, comienza a toser sin dejar de mirarme, sin dejar de meneársela. 

Decido subir la apuesta, dejo el móvil en el bolso, clavo mi mirada en la suya, me levanto y planto mi pie derecho en el asiento contiguo al suyo y a dos palmos de su cara descubro el jardín de mi secretos, su mirada clavada donde le gustaría clavar otra cosa y mis dedos jugueteando, vuelve a toser, toca el regulador de la bombona esta vez su mirada ya no es tán lasciva, jadea, sigue tocándose y yo viendo la proximidad del final me arrodillo entre sus piernas, pongo mi mejor cara de vicio, miro su polla, me relamo y lo miro a él.

Él sonríe, tras su sonrisa una inspiración ahogada y su mano se detiene, su poya se desinfla y su cabeza queda suspendida de su cuello como la de una marioneta sin nadie que la sostenga.

 Decido bajarme en la primera parada, ya haré el resto del camino en taxi.

A la noche siguiente me encuentro seis guardias de seguridad en mi bajón uno de ellos me mira sonríe y hace un gesto hacia la cámara de videovigilancia vaya eso no estaba en mi plan.

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