Escrito por Daniel Vega Copropietario de @LATIENDAEROTICA69, Un apasionado de sexo sin tabús Y donde el placer de ella está por encima de todo.
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Hoy no es un día normal, ha pasado una semana desde que te tuve por última vez. Son las 10 de la mañana y no dejo de recordar tu aroma, como te entregas a mí y cada orgasmo que tuviste aquella noche. Es hora de que el juego continúe.
Tomo mi celular y sin pensarlo te invito a un recorrido de Gintonic, en nuestro bar favorito del Lleras, pasan menos de dos minutos y tengo tu respuesta, es un SÍ rotundo acompañado de una carita de diabla.
Mis horas transcurren más lentas desde que se, que te veré esta noche y volveré a probar tu sexo húmedo y tendré el placer de entregarte cada gota de mi ser una vez más.
La cita estaba programada para las 7 de la noche, termino presuroso mi trabajo y salgo a verte a nuestro punto de encuentro. Debo confesarlo, no sé porque cada vez que te veo, estas más hermosa, me excitas cada vez más. Esta vez tu perfume Good Girl, me transporta, me deja extasiado y corro a besar tus labios con toda mi lujuria a flor de piel.
Te tomo de la mano con firmeza, quiero que todos sepan que tú eres mía y yo soy tuyo. Nuestra velada transcurre entre varios Gintonics, risas, miradas calientes, y sutiles roses que poco a poco siguen elevando la temperatura de nuestros sexos. Estamos llegando a un punto de excitación difícil de disimular, el licor nos lleva a una dimensión de pasión en la que solamente estamos tu y yo.
Eres una mujer determinada levantas la mano ordenas la cuenta y me pides que nos vayamos para para nuestro apartamento.
Nuestro taxi nos espera, no sabe el espectáculo que le tocara.
No hemos empezado a bajar la calle 10 del poblado, cuando nuestros labios ya están fundidos en un beso que moja la punta de mi pene y estremece tu vagina hasta dejarte al borde del orgasmo.
Mi mano hábilmente desabrocha tus jeans y se escurre entre tus tangas como un ladrón que tiene la clave para llevarte al primer orgasmo de la noche.
Es imposible resistirme a saborear mis dedos, olerte y sentir tu respiración agitada. Todo me llevan a querer romper el pantalón con mi pene.
Los minutos se convierten en segundos, hemos llegado a la puerta de nuestro edificio, abro con premura la puerta y antes de empezar a subir las escaleras, escucho la vos de una mujer de fuego. «Quiero que me comas en el parqueadero» una vez más, tus palabras son órdenes para mí.
No puedo expresar el punto de excitación en el cual estamos, nuestros Jens ya están en nuestras rodillas y un ritmo frenético invaden nuestras caderas, en el paredes del parqueadero solo retumban el sonido de mi pelvis chocando contra tus nalgas.
No sabría decir cuánto fue el tiempo, solo sé, que nos fundimos en un orgasmo que dejó temblando nuestras piernas, nuestros sexos mojados y un gemido silencioso dio paso a noche de sexo, pasión y lujuria que continuaría en nuestro apartamento.