Lola, un camionero y un juguete de electro sock

Lola Paris

Leer relatos eróticos, sexo con juguetes eróticos

4.5
(2)

No hace mucho, estuve trabajando de camarera en un bar de carretera, el sitio era realmente triste pero, a su favor tenía que es uno de esos sitios donde paran muchos camioneros a dormir. 

Con un par de meses allí podría haber hecho un diccionario de ordinarieces que me pudieron decir, con gracia, pero ordinarieces. 

Entre tanto hombre, no todos eran horribles, había unos cuantos, clientes habituales que eran simpáticos y entre los simpáticos algunos de buen ver.

Uno de esos camioneros era Javi, un hombre de unos 35 años, alto, con unas manos enormes que me volvían loca, buenos brazos y unos ojazos azules que cuando sonreía se me calentaba todo el cuerpo.

Uno de los últimos días le comenté que iba a dejar de trabajar allí y él me propuso celebrarlo.

-Justo hoy llevo el camión lleno de algo que te puede gustar para una fiesta de despedida. Cuando acabes te lo enseño. Dijo él con esa sonrisa pícara a la que no se negarme.

Acabé sobre las 11 de la noche, fuí al baño, repasé un poco el maquillaje y como tenía claras las ideas, decidí que mi tanga estaría mejor en mi bolso.

Me encanta la cara de los tíos cuando se dan cuenta que no llevo nada debajo.

Salí a buscar a Javi y me hizo una seña desde el extremo más lejano del aparcamiento. Fuí, y me lo encontré con un paquete, envuelto como un regalo, se notaba que había improvisado y lo había envuelto con papel de embalar. 

-Oh, un regalo, que bien, muchas gracias.

-No sé qué es exactamente, me ha gustado el aspecto pero no sé cómo se usa. Dijo Javi encogiéndose de hombros.

Mi cara debía ser un poema. Me regala algo que no sabe lo que es…

Lo abro y… yo tampoco lo tenía muy claro. Electro Sock ponía en la caja y aparecía una imagen de un mando con botones, cables, cosas, un hombre y una mujer en ropa interior con cara de querer hacer cositas.

Me ofreció enseñarme la carga del camión y resulta que iba lleno de juguetes eróticos. Era para llenar un almacén nuevo me dijo. Aquello era el camión del placer…

Nos pusimos a trastear con el “regalito” leí rápido las instrucciones, encendí el mando, conecté unos cilindros que traían unos cables, le pedí que cogiera uno mientras yo cogía el otro, después acerqué mi mano a su cara. 

La sensación era de una especie de vibración suave al tocarnos, una sensación agradable que al principio parecía un poco extraña pero, yo sabía que eso me iba a gustar. En ese momento vi que Javi quería tirarse a mi yugular pero no se atrevía, si no arranca él tendré que arrancar yo, pensé. Decidí dar el primer paso y mirándole a los ojos  cogí su mano y le dije,

-Creo que aquí es más divertido. 

Y llevé su mano bajo mi falda. 

Yo ya llevaba un rato húmeda, su sonrisa, sus brazos, sus manos, el camión lleno de juguetes… imposible no estar cachonda.

Con la humedad de mi cuerpo, sus dedos eran una especie de vibrador suave que a la vez se movían masajeando aquello que ya no cubría mi tanga.

Hundió sus dedos en mí y acercó su cara para besarme. 

-No, los besos los quiero más abajo. Le dije desde mi sonrisa pícara y con mi mano en su cuello.

Sonrió, me subió sobre un palé que estaba cubierto aún y se agacho para llevar su boca a donde antes estaba su mano. 

Aquella lengua electrizada estaba haciendo maravillas en mi cuerpo y, sin decirle nada subí la intensidad en el mando a distancia, aquello erá como un satisfayer de carne y hueso, apreté su cabeza contra mi hendidura y rodee su cuerpo con mis piernas, ahora la que estaba electrizada era yo, los temblores recorrian mi cuerpo y toda mi piel se erizaba al ritmo de su endiablada lengua, joder, pocas veces me he corrido tan rápido.  Me quité la ropa que me quedaba, bajé del palé y le empecé a desnudar a él, todo sin soltar los cilindros mágicos para que no se perdiera la magia. Cuando me arrodillé para besar su miembro antes de quitarle su última prenda, aquello ya estaba enorme y la humedad de aquel cuerpo traspasaba el algodón que lo cubría. Me deshice de sus calzoncillos tirandolos al otro extremo del camión y tras mirar unos segundos aquella polla grande y tiesa acerqué la yema de mi dedo índice a la parte inferior del glande, quería ver su cara cuando sintiera la electricidad corriendo por su polla. 

Este juguete me va a dar muchas noches de diversión pensaba.

Manteniendo la mirada en sus ojos y él en los mios, llevé la punta de mi lengua, suavemente  a la punta de aquella lanza que amenazaba con follarme. En ese momento sentí como ahora era mi lengua la que se comportaba como un suave vibrador y cómo el cuerpo que entraba en mi boca y la cara de su dueño estaban disfrutando de aquello. Me recreé jugando con mi lengua en aquél parque de atracciones, paseando arriba y abajo, viendo su cara de placer cochino, su mirada de “Quiero más”. En ese momento, se me ocurrió que, aquellos cilindros tenían un tamaño que me era muy familiar y tal vez, no tenían por que estar en nuestras manos. Cogí el que había en su mano y aprovechando que él estaba abierto de piernas frente a mi cara, lo humedecí con saliva y lo empujé dentro de su ano. No se lo esperaba y su cara cambio de placer a sorpresa, pero sonrió y aprovechó que tenía las manos libres para agarrar mi cabeza y clavarme su polla hasta la garganta, electrizo mi campanilla y tras quedarse bien agusto de follarme la boca, me agarró y me puso de espaldas a él contra uno de los palets. 

Yo estaba deseando sentir su polla electrizada en mi coño húmedo y cachondo y la sensación fué… inexplicable, era como mezclar lo mejor de follar con un tío y lo mejor de masturbarse con un juguete. 

Sus manos agarraban los huesos de mi cadera y sus embestidas eran las de un animal salvaje. Sentir esas embestidas era una puta locura, no llevaba más que unos pocos minutos cuando mi cuerpo estalló de placer y mi coño se convirtió en un grifo abierto, sus dedos empezaron a acariciar mi clítoris mientras su polla seguía embistiendo desde detrás y de pronto me susurró al oído 

-Me corro

Me giré y arrodille rápido para recoger con mis labios cada gota de aquella pócima mágica y aproveche para besar y chupar aquél miembro que tan deliciosamente me había complacido.

Esa noche dormimos en la caja del camión rodeados de dildos, consoladores, fustas, látigos y otros tantos juguetes que ni siquiera sabría decir para qué sirven.

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