Desde que conocí a mi amigo gay, Javier, supe que había algo diferente en él. Era guapo, carismático y tenía una personalidad arrolladora. Pero lo que más me llamó la atención fue su novio, Pablo, un hombre alto, moreno y de ojos verdes que me hacía sentir cosquillas en el estómago cada vez que lo veía.
Llevaba tiempo fantaseando con la idea de tener sexo con Javier y Pablo al mismo tiempo. Me imaginaba rodeada de placer, sintiendo las manos de ambos hombres recorriendo cada rincón de mi piel, mientras yo gemía de placer. Me excitaba pensar en dos hombres atravesándome al mismo tiempo, sintiendo cómo sus cuerpos se fundían con el mío en una danza salvaje y apasionada.
En mi fantasía, yo era el centro de atención, la reina de la habitación. Me imaginaba a Javier y Pablo compitiendo por mis besos, por mis caricias, por mi cuerpo. Me imaginaba sintiendo sus lenguas recorriendo mi piel, mientras sus dedos exploraban cada uno de mis rincones. Me imaginaba a Javier penetrándome desde atrás, mientras Pablo se acostaba frente a mí, permitiéndome sentir su miembro dentro de mí también. Me imaginaba gritando de placer, mientras ambos hombres me llevaban al límite del éxtasis.
Era una fantasía que me excitaba mucho, y unos días atrás se lo había comentado a Javier. Quería hacer realidad mi fantasía, y sabía que él y Pablo eran los hombres perfectos para hacerlo.
Los tres solíamos salir juntos a bares y discotecas de ambiente, donde la música electrónica sonaba a todo volumen y las luces de colores creaban una atmósfera mágica. Pero esa noche, en un bar de moda del centro de la ciudad, algo cambió.
Mientras bailábamos al ritmo de la música, sentí la mano de Javier en mi cintura, acercándome a él. Se colocó tras de mí haciendo que nuestros cuerpos se rozasen suavemente, cuando ya estábamos muy pegados, sus manos, al ritmo de la música entraron desde detrás, sutilmente en mi sujetador, una mano en cada copa y dejó un preservativo en cada lado, al verlo, le miré y su cara me devolvió una sonrisa de afirmación, casi al mismo tiempo, apareció Pablo y empezó a bailar conmigo, muy muy cerca y convirtiéndome en el jamón de un sándwich explosivo. La gente a nuestro alrededor seguía bailando y riendo, ajenos a lo que estaba sucediendo entre nosotros.
Cuando llegamos a su apartamento, Pablo puso música y comenzamos a hablar, mientras nos mirábamos con deseo y anticipación. El apartamento era pequeño pero acogedor, con una decoración moderna y minimalista. Una lámpara de pie iluminaba la habitación con una luz tenue y cálida.
Después de un rato, Javier se acercó y me dijo que tenía una sorpresa para mí. Me llevó a su habitación y me mostró un arnés negro y un consolador de cristal. Me dijo que había comprado el arnés especialmente para mí, y que quería que lo usara esa noche. Me sentí emocionada y ansiosa por probarlo.
Me quité la ropa y me puse el arnés, mientras Javier y Pablo me observaban con deseo. La habitación era pequeña pero acogedora, con una cama grande y cómoda en el centro. Una ventana abierta dejaba entrar una brisa fresca y suave.
Me acosté en la cama, mientras Javier y Pablo se acercaban a mí. Comenzaron a besarme y a acariciarme, haciéndome sentir deseada y querida, mis nervios se iban disipando y mi cuerpo empezaba a humedecerse por partes. Javier se puso detrás de mí, mientras Pablo se acostaba frente a mí. Me sentí emocionada al sentir el primer gemido de Pablo atravesando mi cuerpo desde detrás, Javier con nos miraba con su cara morbosa, primero quiso probar mi boca con su polla erecta, yo tenia sus dos miembros en mi cuerpo mientras ellos se besaban y las 6 manos que había en aquella cama acariciaban todo lo que encontraban, pronto Pablo se impacientó y me vi tumbada de espaldas sobre Javier con su polla entrando y saliendo de mí y Pablo deseoso se colocó entre las 4 piernas y empezó a penetrarme por el agujero que quedaba libre. No era la primera vez que tenía dos pollas en mi cuerpo, pero sí la primera que ellos dos se entendían tan bien, los tres cuerpos se convirtieron en uno, las embestidas de ambos, sincronizadas me hacían sentir a punto de explotar, sus gemidos desde detrás y delante, sus manos apretándome contra ellos, sus bocas, sus labios, sus lenguas, buscando más y más placer en cada beso, no habíamos hecho más que empezar y mi primer orgasmo de la noche fue brutal, mis gritos nacían de lo más profundo de mi ser, mi conciencia se disolvió dejándome ser simplemente placer, placer intenso, ellos no dejaron de embestirme y una de las manos empezó a masajear mi clítoris haciéndome sentir un escalón más cerca del cielo. Mis manos se clavaron en el cuerpo que tenía sobre mí, lo apreté mientras mi cadera era poseída por el diablo y daba espasmos arrítmicos pero muy muy placenteros.
Poco a poco ellos fueron bajando la intensidad de sus punzadas y yo fui recobrando el sentido, ya llena de sudor y otros fluidos. No me había dado cuenta pero ellos también se habían corrido.
Nos quedamos tendidos en la cama, sudorosos y jadeantes, mientras nos recuperábamos del orgasmo. La habitación estaba en silencio, salvo por el sonido de nuestra respiración agitada.
Tras unos minutos, mi hambre de sexo volvió a brotar fruto de la vista de aquellos dos hombres desnudos que me acogían en su cama. Pablo yacía boca arriba y mis uñas rojas empezaron a dibujar figuras sobre su pecho. Tomé su mano e introduje dos dedos en mi boca mientras lo miraba fijamente y, al mismo tiempo, mi otra mano acariciaba el centro de su cuerpo. Cerró los ojos en un gemido que erizó mi piel.
En ese momento, una mano empezó a acariciar mi culo y, con suavidad, entró por mi vagina acariciando mi punto más sensible. Me crucé en la cama para llegar cómodamente a esa parte de Pablo que estaba despertando y di vía libre a Javier para que hiciera lo que quisiera en mi retaguardia.
Mientras disfrutaba como quien come una piruleta que gime, Javier colocó el arnés con dildo alrededor de mi cintura y lo abrochó.
Me levanté de la cama para verme en el espejo del armario y me encantó verme con aquel pollón negro, duro y recto, preparado para todo ajustado a mi cuerpo. Ellos dos me miraban con más deseo incluso que antes y Pablo se puso a cuatro patas, abriéndome la puerta de su salón del placer. Sin dudarlo, fui directa a él, humedecí mi nueva herramienta y dulcemente entré en su cuerpo a la vez que escuchaba un “más”. Me agarré a su cintura y fui entrando y saliendo de aquel cuerpo, disfrutando, dominando, empezando a penetrar con intensidad, con fuerza y, en ese momento, Javier, se colocó de pie frente a mí, con su polla untada en nata (no sé de dónde la había sacado) y le dio un punto más dulce aún a aquella velada.
Fui lamiendo cada parte de esa dulce cuchara sin soltar las caderas de Pablo ni dejar de mover mi cadera y, cuando la nata se agotó, las manos de Javier tomaron mi cabeza y empezó a follarme la boca de forma brutal, me encanta que me follen la boca. Pablo, viendo que mi cadera se había detenido, pasó de delante a detrás y, entre los dos, empezaron a follarme por delante y por detrás de nuevo, boca y coño rebosando placer, ambas pollas dentro de mí y, mientras ellos se besaban y sus manos pasaban de un cuerpo a otro como si los tres fuéramos solo uno.
Me sentía brutalmente follada y justo eso era lo que quería, que me atravesaran una y otra vez, que mi cuerpo echara humo literalmente. Entre embestidas no veía nada, los gemidos de los tres ocupaban la habitación y, cuando creía que no podía ser mejor, una mano húmeda empezó a masajear mi clítoris, era el punto que necesitaba para explotar y, esta vez, mientras explotaba y mis gemidos ya eran gritos, sentí cómo mi boca se llenaba de ese elixir de dioses a la vez que la otra polla empezaba a entrar y salir con espasmos propios de quien está en pleno éxtasis. Y así, corriéndonos los tres a la vez, desplomándonos en la cama, jadeantes, me quedé dormida entre aquellos dos hombres y nuestros fluidos, con una gran sonrisa en la boca y otra entre mis piernas.